Mientras me iba acercando a Christopher pude admirar su sonrisa estupida de medio lado, la cual era tan santo de mi devoción como él; fui caminando lentamente, no tenía prisas de mediar palabras con él.
Llegué justo cuando le dio un trago a su whisky, su gesto negativo no me sorprendió, mi tardanza solo era una buena excusa esa noche para llamarme la atención, como todas las demás.
-Mi taxi me ha dejado tirada y he tenido que caminar un buen rato...
Fui sincera, era la verdad, pero al fin y al cabo me alegraba de haber perdido media hora para no verle la cara. Espere a su lado cruzada de brazos por si el señorito quería algo más, lo que era de esperar, me dijo que me cambiara para enseñarle mi rutina, enarqué una ceja, aún no había preparado nada; pero mi gran destreza de improvisación me sacaría del apuro.
Justo cuando me iba a girar para ir a cambiarme observé como me miraba y pude apreciar su sonrisa cínica, me pregunte hasta donde podría despreciarle..
Se acercó a mi antes de poder irme y me susurró que me esperaba en su oficina y que más vale que no tardara. ¿Y si tardo qué? Giré el rostro apartándolo cuando rozo sus labios por mi mejilla. Definitivamente era despreciable, antes de al fin volverme vi un gesto que me volvía a recordar que no tardase. De mala gana me volví y me dirigí a cambiarme, dándome cuenta de que todas las demás chicas habían visto la escena, y supe que todas me envidiaban, no entendía por que, él no merecía la pena, pero el concederme ser la envidia de todas es algo que me hacía sentir bien.
Entre en mi cuarto y me cambié, aquella noche usaría la ropa color rosa y complementos negros, me miré en el espejo segundos antes de salir para arreglarme el pelo y el maquillaje y me dirigí a la oficina de Christopher con paso firmé y decidido. En el camino todas volvieron a mirarme y cuchichear entre ellas, se sorprendieron desagradablemente cuando giré el pomo de la puerta de su oficina, sabía que todas desearían estar en mi lugar, aunque lo que no sabían era que yo preferiría estar en el lugar de ellas, y no en el mío.
Cerré la puerta detrás de mí y mire con indiferencia a Christopher, el cual tenia una botella de chianti sobre su escritorio.
-¿Y bien,.. empiezo?
Pregunté para ver si le hacía rápidamente la rutina y podía irme de allí, hacer mi trabajo y mañana sería otro día.