No sé qué hacer hoy... ¡Vamos al cementerio! {Samuel}

Me encantaba. Adoraba la sensación de nadar desnuda por el lago. Era como una piscina particular a algunas horas del día, ya que generalmente por la tarde se llenaba de ciudadanos de Abbotsford, que a falta de una playa, acudían al lago Kent ansiosos por refrescarse en los días de verano.
Pero a la hora del almuerzo todos preferían su casa o alguno de los bares y restaurantes de la ciudad antes de comer rodeados de mosquitos y demás insectos, y eso era muy de agradecer por mi parte, pues me dejaban sola en aquél claro, con la única compañía de los árboles que me rodeaban. Nadé hasta la escalerilla que habíamos colocado en el barco y me sumergí en el agua una última vez para mojarme la cabeza. Una vez en la cubierta me sequé con una toalla, me puse mi ropa interior y una falta vaquera y después la primera camiseta que pillé por el interior del barco, en concreto, sobre el sofá.

Ya estaba lista para dar una vuelta. La tarde era agradable en esa zona, pero pronto empezaría a llegar gente, así que prefería dejarles el lago para ellos mientras yo paseaba por el bosque. Pequeñas ramitas chasqueaban bajo mis botas a cada paso que daba, siendo la prueba de la escasez de lluvia de aquellos días. Caminé sin rumbo entre los árboles hasta llegar al cementerio por casualidad, aunque me gustaba ese lugar, y no había sitio más solitario en todo el pueblo.

Caminé bajo la sombra de los cipreses hasta detenerme frente a la lápida de uno de mis abuelos. La brisa era fresca y movía mi cabello aún mojado mientras me sentaba frente a ella, sobre el césped. Nunca había tenido mucho trato con mis abuelos, pero saber que uno de ellos -o lo que quedase de él- estaba ahí abajo, me hacía pensar en lo efímero de la vida. Suspiré, sonando absurda a mis oídos.

Salimos a dar una vuelta ese día por la mañana por el pueblo casi todos los del grupo. Después de estar hasta tarde en un parque tirados en la blandita hierba fuimos de nuevo al hotel a comer. Una vez en el comedor, pedimos lo que cada uno queríamos y como eramos bastantes tardaron en servirnos. Mientras esperábamos, Steve empezó a aburrirse y a gastar bromas a los camareros, liándola como siempre.

Cuando terminamos de comer cada uno subimos a nuestra habitación, con intención de recuperar el sueño, pues la noche anterior habíamos dormido apenas 3 horas. Me recosté en mi cama y encendí la tele, pero me era imposible conciliar el sueño. Suspiré y tras darme una larga ducha me vestí y salí a dar una vuelta, sin avisar a nadie.

Caminando por el pueblo, perdiéndome entre las calles desiertas a esas horas del día acabé en la cuesta que daba al cementerio. ¿Porqué no entrar? me pregunté. Subí la empinada cuesta y pasé la enorme puerta de forja. Caminé entre las lapidas, sin fijarme en los nombres que había en ellas escritas.

A lo lejos vi una figura, sentada ante una lapida. A medida que me iba acercando la reconocí, me acerqué acelerando mi paso hasta llegar a su altura. Me sonaba de haberla visto por el pueblo en lo poco que llevábamos, aun que la primera vez que la vi me recordó a alguien, y no sabría decir a quien. -Hola?-Pregunté a su espalda. Anduve hasta colocarme a su lado y le miré, iba a descubrir quien era si o si.

Acababan de regar el césped y se notaba, pues estaba empezando a empaparme las piernas, y la tela vaquera de mi falda había dado muestras de su escasa impermeabilidad. Bueno, ya me daría otro baño antes de irme a la cama, tampoco era un problema. Un gusanito color tierra que trepaba por mi muslo me hizo cosquillas, interrumpiendo así mis divagaciones, pero antes de que se cayese lo cogí con el dedo índice y lo subí, poniéndolo frente a mis ojos para mirarlo con el ceño fruncido. Igual ese insignificante bicho tenía parte de lo que fue un ser humano dentro... Era increíble pensar como podían cambiar las cosas. Cuando caí en la cuenta de que lo que estaba haciendo era asqueroso, sacudí la mano y dejé caer al gusano sobre el césped de nuevo, sacudiéndome las manos acto seguido.

Miré la lápida de nuevo: Jonathan Lucas Blackwell, abuelo paterno. Recordaba las tardes en que nos habían llevado a Ari y a mí a la enorme casa de mis abuelos, quienes tenían unas inmensas propiedades en Alabama. Mientras el viejo abuelo John, ex militar condecorado, le enseñaba las nuevas plantaciones a mi hermana, yo me metía en la cocina con la abuela Ruth a preparar unas magdalenas deliciosas, aunque luego tenía que venir Gina, la asistenta, a limpiarlo todo. Una sonrisa se dibujó en mis labios, pero se apagó rápidamente al escuchar una voz, girándome para mirar a su dueño, un chico guapísimo, alto y moreno, que me miraba con una expresión algo enigmática. Definitivamente no había estado en Abbotsford, al menos en los últimos años, pues no habría olvidado su cara. Aunque en realidad me resultaba familiar, igual tenía familia en el pueblo.- Hola -respondí- ¿Y tú eres...? -igual no es la pregunta que le haces a un extraño nada más conocerle, pero nunca me gustó andarme con rodeos.

Cuando la chica se giró para mirarme me quede algo sorprendido. De cerca era mucho más guapa, las veces que la había visto había sido con los amigos, de lejos y de refilón. Aunque esto era suficiente para saber que su cara me resultaba algo familiar.

Su corta falda vaquera dejaba al descubierto sus piernas, me quedé mirándolas un tiempo, mordiéndome el labio inferior. Su voz me saco de mi empanamiento, su dulce voz. Al principio me sorprendió un poco su pregunta, después de todo no la conocía de nada y me había hablado con carácter. Se me escapó una leve sonrisa, la cual medio disimule pues no quería que pensara que me reía de ella. Sin duda era una chica con carácter, algo que me gustaba bastante.

¿Puedo?-Pregunte mientras me sentaba a su lado, sin dejarle contestar.-Mi nombre es Samuel, pero más te vale llamarme Sam.-Dije serio mirándola a sus preciosos ojos. -¿Y tú?-Pregunté sin fijarme en la tumba, la cual podía darme el nombre de su familia al menos. Me quedé esperando una respuesta por su parte, pues quería averiguar quien era ella, y por que me sonaba tanto.

Siempre intentaba descifrar a las personas, saber qué pensaban de mí, o sus pensamientos en general, qué se escondía tras cada una de ellas y cómo podía evitar que me sorprendiesen, tanto positiva como negativamente, pero con él me era imposible. Ni siquiera mi genial vista analítica lo consiguió, y eso que a ella no se le escapa ni el más mínimo detalle. Lo máximo que observé fue una leve sonrisa en sus labios, y fui incapaz de averiguar qué había tras ella. ¿Se reía de mí? No, ¿por qué iba a reírse de mí?

Vi cómo se sentaba a mi lado sin darme opción a oponerme, aunque tampoco lo habría hecho. Era curioso, pues había escapado literalmente del lago porque quería un rato de soledad y ahí estaba, sentada al lado de un completo desconocido. Completo completo, aunque su cara... ¿Se parecía a alguien? No. Me acordaría de ese alguien, pero preferí dejar ese tema aparte y centrarme en conocerlo.- Pues hola Sam, yo soy Mina -prefería no decir mi nombre real, nunca lo hacía, pues siempre estaba el gracioso que sentía la irrefrenable necesidad de soltarlo cada dos por tres, así que prefería ahorrarme las amenazas y, simplemente, obviarlo- No eres de aquí, ¿verdad?

Al sentarme en el suelo noté como la hierba estaba algo mojada. Crucé mis piernas y casi sin pensarlo me dediqué a arrancar alguna que otra hojita. Vaya, bonito nombre, Mina-Sonreí amable. Quería saber de que me sonaba, así que aproveche la oportunidad que me dio al hacer esa pregunta.-No, no soy de aquí-Contesté rápidamente. -¿Tu?- Pregunté mirándola de nuevo a los ojos.

Me moví un poco, sentándome de frente a ella, quería saberlo todo sobre ella. Realmente, tenía que saberlo todo de toda persona que conocía. Me dediqué a observarla mientras manteníamos nuestra conversación. Necesitaba conocerla, saber que pensaba, como actuaba y por que hacia lo que hacia. Al parecer ella quería saber lo mismo de mí, pues no aparto la vista de mis movimientos y de todo lo que yo hacia, ademas de escuchar con bastante atención.

El hecho de estar con una desconocida en el cementerio no me daba miedo, ni me resultaba extraño.De hecho, me gustaba. Me gustaba vivir aventuras, hacer cosas que poca gente estaría dispuesta a hacer. Después de todo yo no iba a ser el que saliera perjudicado.

Sonreí de lado mirando a la hierba cuando elogió mi nombre, pensando algo así como "Si tú supieras...". No parecía una persona muy habladora, así que di por sentado que, o no iba a decir nada más, o que su respuesta iba a tardar más de lo que lo hizo.- Yo sí -dije volviendo a mirarle a los ojos, me gustaba el contacto directo- Nací aquí, y aquí sigo. El cambio más grande ha sido dejar la casa de mis padres -me parecía algo tristísimo, y solía comentarlo gracias a mi subconsciente, que en ocasiones me hacía hablar sin parar- Pero ahora vivo en un barco -dije sonriendo orgullosa. Eso sí me gustaba. Era original, nadie más allí lo hacía, a excepción de Jake. La gente solía repartirse entre el hotel y las viviendas normales y corrientes, más alejadas del lago, pero estar en contacto continuo con la naturaleza era genial, excepto por el tema de las arañas.

Me sorprendió que se pusiese frente a mí. Me moví y eché un vistazo por encima de su hombro al nombre de mi abuelo, como despedida, ya que de ahora en adelante Sam estaría entre la piedra y yo. No era común ponerse de ese modo frente a alguien que acabas de conocer, por mucho que quisiese analizarme, porque era obvio que lo intentaba, al igual que yo lo hacía. La gente así me atraía mucho, eran como enigmas por resolver, y eso se me daba genial, de hecho, cuando no lo hacía a la primera no cesaba hasta conseguirlo, y él no iba a ser menos.- ¿Te hospedas en el hotel?

Aprobeche que me miró a los ojos para centrar los mios en los suyos. Me gustaba mantener un contacto directo, y más si los ojos de la persona a la que estaba mirando eran así de preciosos. Contestó que si que era del pueblo, aun que parecia extraño, seguramente su cara me resultaría familiar debido a eso. Aun que había pasado demasiado tiempo como para recordarla. Comentó que no había hecho nada significativo, más que mudarse del psio de sus padres. -Bueno, algo es algo-Comenté. Realmente, yo siempre había estado bajo el cuidado de mis padres, y a excepción de los meses en la universidad, vivía aún con ellos. Además me gustaba volver a casa, estar con mi familia de nuevo.

Cuando dijo lo del barco sonreí -Si, es muy original, no había conocido a nadie que viviera en un barco. Tiene que ser interesante-Sonreí y me eché un poco hacia atrás, apoyando mis manos en la húmeda tierra, detrás de mi espalda. -Si, estoy en el hotel-Contesté-Con un grupo de amigos de la universidad.-Comenté- Supongo que ahora estarán todos durmiendo, pasando la resaca de ayer.-Comente medio riendo, al recordar la noche.

Me encogí de hombros al escuchar su respuesta a lo de mis padres. En realidad no estaba mal con ellos, tenía las comodidades que quería, dinero a mi disposición, comida en la mesa sin tener que prepararla, pero las comparaciones con mi perfecta hermana universitaria terminaron cansándome y me largué. Sin más. Ví cómo se apoyaba sobre sus manos.. Era curioso, pocas personas se sentían tan cómodas en un cementerio, rodeado de lapidas, como si las tumbas y quienes había en ellas no le afectasen en absoluto. Personas muertas, ¡por dios! Aunque eso hacía que me resultase aún más interesante.

-¿Con un grupo de amigos? No serás amigo de mi hermana, ¿no? -pregunté, pensando en qué medio de tortura usar contra Arianne por no haberme hablado de él- ¿Conoces a Ari?-. No sabía por qué preguntaba, si era casi seguro. Me habría enterado si otro grupo de amigos hubiese llegado al pueblo. No comenté nada sobre lo que había dicho del tema del barco. Claro que era original. Igual, si le parecía interesante, podría llevarle, así conocía el lago.

Conocía a Ari? Era imposible, era su hermana. Mierda!-Pensé. ¿Que estaba haciendo ahí con la hermana de ella? Además pensando lo que estaba pensando. Dios mio. Solté un suspiro.-Si, la conozco. No sabia que tuviera hermanas....-Comenté. Al decir eso fui consciente de quien era la chica que tenia enfrente de mi, Mina Blackwell, la hermana de Arianne. Por eso su cara me resultaba tan familiar, había pasado mucho tiempo desde la ultima vez que la vi, definitivamente había cambiado mucho más que su hermana.

-Bueno, y donde está ese barco?-Pregunte volviéndome a sentar bien y sacudiéndome las manos, pues estaban algo húmedas y tenia algunos trocitos de hierba pegados. Quería evitar pensar en quien era ella, así seria más difícil dejar mostrar quien era realmente yo.

La expresión de su cara al preguntarle lo de mi hermana fue extraña, no sabía qué podía significar, pero supuse que sería porque le sorprendía la coincidencia. ¿O no? Sí... seguro que sí. Pero la sorpresa fue mía cuando Sam dijo que no sabía que Ari tuviese hermanas, abrí la boca y solté un bufido. ¿Había vuelto al pueblo y no les había hablado a sus amigos de su familia? ¿Qué se suponía que les había comentado? Ya la cogería... De todos modos, parecía que mi parentesco con ella le hubiese sorprendido casi más a él. ¿Y si tenía algo con mi hermana? Aunque si ella no me lo había comentado no sería relevante.

-¿Quieres ver el barco? Está anclado en el lago, un poco más allá -dije señalando hacia el este- atravesando parte del bosque.- Expliqué, esperando no hacerle cambiar de opinión con mis datos- Pero caminar es bueno -añadí para tratar de convencerlo. Comencé a ponerme en pie y me sacudí las manos después de levantarme, pues tenía algunas hojitas pegadas. Eché un vistazo a la lápida de mi abuelo y, de paso, a la de mi abuela, junto a la de John. Qué romántico... Bah, siempre he querido que me quemen. Miré a Sam, que seguía sentado y le insté con la mano a que me siguiese.

Seguía sorprendiéndome un barbaridad que Mina fuera la Mina con la que jugaba de pequeño, a la que picaba con Arianne, su hermana. Fue un alivio que esta no me reconociera, bastante mal lo pase cuando Ari me preguntó si nos conocíamos de antes. Mentirle fue horrible, no podría volver a hacerlo de nuevo, no al menos con una mentira tan grande. Además sentía que a ella no podría engañarla, se daría cuenta. Omitir la realidad era mucho más sencillo, era algo que llevaba haciendo durante 10 años, era experto. Nadie de mi familia actual sabia ni quien era ni como era hasta los 12 años, ni yo les dije nada, ni ellos buscaron.

Cuando me preguntó si quería conocer el barco sabía desde el principio mi respuesta, iba a ir. Esa chica me atraía de alguna manera que no sabría explicar. Se notaba que estaba intentando convencerme, sobre todo cuando dijo lo de que caminar era bueno, donde no pude evitar soltar una pequeña carcajada.-Si es bueno, entonces, no puedo negarme.-Bromeé mientras me levantaba y me ponía a su lado.-Te sigo- Le dije poniéndome un poco detrás de ella.